Algunas apreciaciones de Héctor Abad sobre la escritura.

Aunque no soy muy amiga de las conversaciones impersonales, hoy tuve la oportunidad de darle buen uso a la web y participé en un chat que organizó la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano con , nada más y nada menos, Héctor Abad Faciolince escritor y periodista colombiano. Y bueno aquí algunas frases para reflexionar.

"La explosión de la escritura" 

Un escritor debe tener, ante todo, buen oído y buen gusto.Descifrar en el ruido del mundo, en el exceso de estímulos e historias, en las marejadas de frases, qué es lo que sirve o no: qué palabras combinadas tienen un contenido poético original, qué historia puede ser bonita, o interesante, o reveladora de un sitio, de una familia, o de la condición humana en general. Saber escribir es saber escoger lo que sirve y lo que no.

Eso de poner a todo el mundo a pensar igual, o a escribir igual, es un sueño de los dictadores, y una pesadilla de los que creen en teorías conspiratorias, y en que el ser humano es fácilmente programable. Cuantos más canales haya, y más sitios abiertos a personas de muy distinta índole, mucho más difícil será "vender" un único pensamiento.

En todo caso la magia de las palabras ocurre en algo que oímos, en un libro encuadernado en piel, en un libro barato de bolsillo, y en un e-book también.

La literatura sirve para muchas cosas, en este mundo y en los mundos anteriores también. Sirve, incluso, para hacer la vida más lenta, si le parece que el mundo va muy rápido. O para poner en duda que sea más importante el dinero que otras cosas. ¿Por cuánto me vendes tu vida, tu hijo, tus ojos? La literatura sirve para aprender a ponernos en el lugar del otro. Y eso, que se llama también compasión, es bueno para el género humano.

Leer es también un entrenamiento de los ojos y del pensamiento.Oír en la cabeza otra voz: la voz de las letras. 

¿De dónde sale la invención? Ojalá yo supiera dónde queda esa mina, para ir a...saquearla.

Una vez aceptado el fracaso, si tenemos por dentro el ánimo, el ímpetu de insistir a pesar de que no vayamos a sobresalir, entonces hay que seguir. El horizonte del fracaso es un consuelo; y si algo logramos, será siempre una sorpresa bienvenida. Hay que empezar con modestia y sin mucha esperanza: comentando lo que los otros hacen.

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