El hombre del sombrero se desvaneció entre la lluvia. su mirada tácita, dejó proyectando su recuerdo en mi retina.
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Bailoteo
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Nunca es tarde para regresar, para reencontrarse en el camino, para empezar a vibrar en el mismo campo de energía, para compartir sonrisas y cantar sin cansancio, con la magia de transmutar el tiempo, de no mirar atrás. Soñar con seguir bailando, con que la sangre llama y el corazón acompaña su llamado, como el vibrante tambor que se convierte en calor.
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Esta noche de invierno he destinado un ataúd para tu nombre. He preparado sigilosamente unas cuantas cosas que quisiera guardar. La arrogancia y la distancia las he envuelto cuidadosamente en un desteñido paño viejo, guardaré también, un poco de sal, dos botellas de mezcal, un poco de azafrán, unas cuantas palabras escritas con tinta invisible y un conjuro para olvidar. No he pensado para ti un epitafio que puede, aunque sea un poco, deshonrarte, así que solo escribiré tu nombre; indiferencia, con letras bajas para no recordarte nunca más.
Nacimiento-ILuminado
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Porque muchos nacemos cada vez con su voz-pensamiento. Hoy la tierra recuerda su nacimiento iluminado por el vientre de la palabra. Restituciones Pretendo que todo lo perdido se convierta en poema. Las heridas como los huracanes tienen nombre. Y aunque ignoro por qué a mi alrededor nacen los abismos, desde el origen fui mancillado por la felicidad, por su cima inclemente. Las invasoras restas del recuerdo. La pugna de la raíz. La antigüedad del silencio... No pongo flores en el cementerio del sueño, pero continúo a pesar de todas las arenas movedizas del espíritu. La culpa que no te deja partir es el amor. Y ahora la niebla, la lluvia, la ausencia... El desequilibrio llamado belleza, la terrible orfandad de lo sagrado, la rosa ígnea que me guía en la desesperación... Sé que el camino terminará por encontrarme. Como todo lo que se hace visible para morir. Gonzalo Márquez Cristo ...